domingo, 30 de noviembre de 2008

¿ARTISTAS PROFESIONALES?

Hola. Se que aún les debo un texto sobre el intelectual de derecha Alejandro Rozitchner –aunque en realidad estoy seguro de que “intelectual de derecha” es una contradicción en los términos-. Empecé a escribirlo, pero aún no puedo terminarlo; realmente es muy tedioso escribir acerca de un estúpido. Será el próximo envío si puedo superar el tedio.

Hoy me interesa hablar de un tema que me ronda desde hace tiempo y usaré como excusa una frase de Luca Prodan, aparecida en la columna “perlas cultivadas” del suplemento Ñ del sábado 15 de noviembre de 2008.
La frase es la siguiente:

“Aquí en Argentina, hay demasiada seriedad. Todos quieren ser “profesionales” y se olvidan de que el rock es una locura y que los que hacen rock son locos”

Por supuesto, ya imaginarán que me propongo trasladar esta frase, o más bien sus resonancias al mundo de las artes visuales, donde conozco a muchos artistas con la pretensión de ser “profesionales”, y yo nunca he comprendido muy bien a qué se refieren con eso. Porque yo se, y entiendo que un abogado es un profesional, también lo es un médico, un ingeniero, un contador, pero no entiendo como podría un artista ser un profesional. Uno puede saber muy bien de que se trata el derecho, o la ingeniería, pero ¿de qué se trata el arte? ¿Bordea el arte lo indecible? ¿Está constituido más por preguntas que por respuestas? ¿Tiene algo que ver con la muerte, con el erotismo? ¿Siente el artista una extraña compulsión por producir esos objetos, esas imágenes? Si las respuestas fueran afirmativas – y yo creo que lo son- ¿Cómo podría alguien ser un profesional de “eso”? Para no dar muchas vueltas al asunto debo admitir que yo creo que decir “artista profesional” es algo así como decir “piedra de agua”, no existe tal cosa. ¿Serán artistas profesionales esos que hace veinticinco o treinta años producen la misma obra? ¿Esa de la que viven y les reclama el mercado? Creo yo que esos, hace mucho que dejaron de ser artistas; son profesionales, no cabe duda: son decoradores de interiores. Robert Motherwell lo decía con mayor claridad. “Un pintor sin conciencia ética es sólo un decorador”. Me pregunto cuándo habrá comenzado esta historia de los “artistas profesionales” ¿Era Cezanne un artista profesional? ¿y Duchamp? ¿Bacon? ¿será otra exigencia del capitalismo contemporáneo, del nuevo “sistema del arte”? ¿Tendremos que estar bien clasificados dentro de un sistema donde nada debe dejar de ser un producto, donde todo debe llevar una etiqueta con un código de barras? ¿Y qué significaría ser un “artista no profesional”? Esta pregunta se me antoja reveladora pues parece sugerir que un “artista no profesional” sería alguien “poco serio”, con lo cual el término verdaderamente importante sería “profesional” y no “artista”. Estaríamos entonces, que duda cabe, ante esa mirada burguesa del mundo que todo lo iguala, que todo lo equilibra, que huye de los excesos y del mal gusto; “seamos serios”, “seamos profesionales”, un artista profesional sería aquel que genera grandes ganancias para sí mismo y para sus representantes, porque a fin de cuentas, eso es ser serio en el capitalismo. Ya dije en otro texto que, en los suplementos culturales, especialmente en el área de artes visuales se habla cada vez más de las cotizaciones del arte contemporáneo y cada vez menos de sus contenidos. Las notas parecen más del suplemento económico que del de cultura. También nos cuentan por ejemplo –suple ADN, del 22 de noviembre de 2008, pag. 25-, que en la entrada de la feria “Pinta” de Nueva York, hay una instalación de Beto de Volder. Con lo cual nos están diciendo que Beto de Volder es un artista internacional, un “artista profesional”. De la instalación, ni mu, después de todo ¿A quién mierda le importa de qué se trata la instalación? Lo único que importa es que está en Pinta y en cuanto se vende, seamos profesionales.
Para ir terminando transcribo un fragmento del artista Miquel Barceló –Perlas cultivadas, Revista Ñ, 30 de noviembre, pag. 2-, en el cual, Barceló se muestra como un artista muy poco profesional. Dice así:

“Manifesté en alguna ocasión a la gente que me había contratado que el derecho al fracaso es legítimo, que incluso podría renunciar…
Es como saber que en cualquier momento uno se puede suicidar.
Libera mucho no estar obligado a que te salgan bien las cosas”.

No quiero prolongar mucho esta nota, ustedes ya entendieron de que se trata, sólo quiero agregar, aún a riesgo de parecer un romántico que estoy convencido de que las cosas realmente serias no se hacen por dinero. Las más importantes quiero decir, esas nunca se hacen por dinero –mal que le pese al sistema-. Y el arte es una de esas cosas.

Gracias a Luca Prodan por darme el pie para este envío.
¡Luca not dead! ¡Lucas tampoco!
Hasta la próxima.

El Pato Lucas.