sábado, 23 de mayo de 2009

POSCRISIS, HORACIO ZABALA Y LOCUTORES QUE RECITAN A MARX.

Hola a todos.

El sábado 9 de mayo asistí a la presentación del libro “Poscrisis”, de Andrea Giunta sobre el arte argentino después de la crisis. En un par de oportunidades me sentí tentado a intervenir en la charla posterior a las presentaciones, pero preferí hacerlo por esta vía.
La muy prolífica autora dijo, respondiendo a alguna pregunta, que ya no había un marco de valoración para el arte, que la valoración de las obras de arte en términos de “buenas” o “malas”, era cosa del pasado, cuando la teoría modernista dominaba el campo de las artes visuales, y que ella prefería pensar cómo una obra funcionaba de acuerdo a determinados contextos, o cómo adquiría nuevos sentidos de acuerdo a nuevas situaciones epocales. Bien, sí, estoy de acuerdo en que la teoría modernista con Greenberg a la cabeza quedó desbordada e imposibilitada para explicar la proliferación de formas, lenguajes y soportes a partir del Pop, movimiento que Greenberg nunca pudo aceptar, ya que para él representaba un retroceso dentro del marco de su teoría lineal y progresiva. Pero lo que no se dijo en esta charla, y me parece que es más que evidente, es que sí hay un marco de valoración de las obras de arte, el único marco de valoración de casi todo en el mundo contemporáneo, y ese marco es el mercado. Es más, la palabra “mercado” no se escuchó ni una vez a lo largo de la presentación, lo cual me resultó muy extraño. Entre el público asistente se encontraba Orly Benzacar y creo que podemos considerar a su galería como un marco de valoración bastante importante ¿no?
Si no, le podemos preguntar a Marcelo Pombo, que estaba sentado a la diestra de Giunta en la mesa de presentación. Pombo es artista de la galería de la calle Florida y declaró hace no mucho tiempo que si no fuera por las imposturas del arte contemporáneo el no estaría en Ruth Benzacar sino vendiendo artesanías en Plaza Francia. Otro marco importante de valoración es la opinión de los críticos, hace poco, una crítica, tal vez un poco intoxicada, dijo que Pombo era Rembrandt. Todavía me sigue sorprendiendo que les paguen por escribir esas cosas. Nada más fácil que desligarse de la responsabilidad de juzgar la calidad de las obras que declarar una imposibilidad ligada al clima de época, y por otro lado valorar, a través de la inclusión en un libro, determinados nombres, por otra parte ya archiconocidos y posicionados.
Ya dije alguna vez que no soy un nostálgico, y que no pretendo volver atrás, a criterios de valoración caducos e insuficientes para el panorama actual de las artes visuales, pero lavándonos las manos en nombre de teorías contemporáneas, o eligiendo los mismos nombres de siempre, sólo eludimos la responsabilidad de plantarnos frente a la valoración del mercado, que supongo, podremos coincidir en que no es la más adecuada ni desinteresada. Pienso que este es otro debate que nos debemos, cómo dar valor más allá de la omnipresente lógica del mercado.
Otro tema que quedó flotando en la presentación de “Poscrisis” fue el del arte de los 90, la década infame del menemato. Y Giunta –con Pombo a su diestra- declaró estar en contra de las opiniones que relacionaban al arte del Rojas con el menemismo, porque la estructura de poder menemista no compraba eso. Y seguramente tiene razón, la estructura de poder menemista, compraba, -si es que compraba arte- a un mercachifle experto en “el arte de los argentinos” o invertía -se dice- algunos dineros sobrantes en importante galería de la Av. del Libertador. de acuerdo, pero ese argumento no es suficiente para desligar las estéticas del Rojas de la profunda banalización que sufrió la sociedad argentina durante ese período, y no está demás recordar la frase que el Rembrandt argentino, sentado como ya dije, a la diestra de Giunta, pronunció por aquellas épocas –cito de memoria: “No me interesa nada que suceda a más de medio metro de mi persona”, ni más ni menos que lo que pensaban los que por la misma época emigraban en masa hacia los countries, buscando aislarse de lo que sucedía en el país para vivir una vida paradisíaca gracias a la receta del neoliberalismo - en la versión ultraberreta y salvaje de Carlos 1º- que los beneficiaba a ellos mientras destruía el futuro de la mayoría de los argentinos. El problema de Rembrandt, perdón, de Pombo hoy, es que caminando por cualquier calle de Buenos Aires y a veces a menos de medio metro de su persona hay familias enteras revolviendo basura y gente durmiendo en las calles; paisaje posmenemista –porque si hablamos de “crisis”, o de “poscrisis” estamos eludiendo el verdadero nombre de la cosa.

Pero volviendo al tema de la valoración de las obras de arte, acabo de leer un breve texto de Horacio Zabala, de aparición reciente, titulado: “Marcel Duchamp y los restos del readymade”, texto que recomiendo por poseer dos cualidades a mi juicio fundamentales, brevedad y claridad. Voy a reproducir aquí algunos fragmentos significativos que se relacionan con mis comentarios previos acerca de la posibilidad o imposibilidad de valorar y del mercado como única instancia.

En la página 35 Zabala dice:

“Desde el readymade en adelante (al menos hasta la más inmediata actualidad del primer decenio del siglo XXI), para conferirle estatuto de obra de arte a un objeto, proceso o situación, a un proyecto, idea o señal, el artista debe contar con la aprobación (y complicidad tácita o explícita) de los críticos, historiadores, curadores, coleccionistas, administradores de centros culturales, fundaciones, galerías, medios de difusión y empresas patrocinantes. Obviamente, quienes aprueban el proyecto o la obra de un artista (que Dickie llama “candidato de apreciación") se encuentran en una situación inquietante: muchas son las obras e ideas que el ojo de la institución, del mercado y de la crítica de arte valoriza y legitima o desvaloriza e ignora. El museo que exhibe, los medios que difunden, los catálogos que clasifican, los textos teóricos que interpretan y los espectadores que contemplan, no sólo hacen aparecer el objeto en cuestión como obra de arte, sino que también hacen aparecer al sujeto que lo hace como artista.”

“El consenso o el disenso del mundo del arte a propósito de cualquier manifestación artística pierde sentido y peso cultural ante la vigencia del “todo vale”. Para Nelson Goodman la pregunta ¿qué es el arte? y sus incontables respuestas, que atraviesan la historia y en particular el arte del siglo XX, ya no son pertinentes. (…)Por lo tanto, el autor escribe que “(…) una cosa puede funcionar como obra de arte en ciertos momentos y no en otros. En los casos cruciales, la verdadera cuestión no es “¿cuáles objetos son (de manera permanente) obras de arte?” sino ¿cuándo un objeto es una obra de arte, o más brevemente, ¿cuándo hay arte?”.De esta manera, Goodman alude a los factores y circunstancias del contexto que permiten a un objeto cualquiera aparecer como una obra de arte. Pero su relativismo pasa por alto la reflexión crítica acerca de la intencionalidad y responsabilidad del artista (si bien la pregunta que comienza con “cuando” no niega ni se opone a las preguntas que comienzan con “qué” o “cómo”, sino que las enriquece)”

“Desde la difusión del concepto de readymade, la pregunta ¿qué es la obra de arte? no desapareció, sino que se ha extendido a las circunstancias de su producción, existencia, difusión y recepción. En 1947 Marcel Mauss afirmaba que ”(…)se estudiarán cuidadosamente todas las circunstancias que rodean a cada objeto a cada acontecimiento artístico: dónde, quién , cómo, para quién, por qué. Por definición, un objeto artístico es un objeto reconocido como tal por un grupo”

Yo agregaría aquí “por un grupo de poder”. Continúo con Zabala:

“Esta es una definición que excluye cualquier especulación acerca de la esencia, la verdad y los atributos formales del objeto artístico. Nada es en sí una obra de arte, pero cualquier obra humana puede asumir la identidad artística si un grupo la reconoce y enuncia como tal” (…)


Pag. 38: “Tanto Duchamp como Mauss afirman que cuando un objeto es contemplado y disfrutado, interpretado y nombrado, analizado y criticado como una obra de arte, el objeto es (o tiende a ser durante un cierto tiempo) una obra de arte. A partir de aquí surgen aspectos paradojales y nuevos interrogantes con respecto a los criterios de legitimación e las obras por las instituciones, el mercado y la situación socio-cultural particular del “mundo del arte”.

Bueno, y aquí vienen los últimos fragmentos que a mi juicio son más que interesantes:

Pag. 46. “(…) Para Arthur Danto, “(…) no hay obligaciones a priori relativas al aspecto de las obras de arte visuales, de manera que todo lo que aparece visible puede convertirse en una obra de arte visual. Esta posibilidad forma parte de lo que significa realmente vivir el fin de la historia del arte. Esto implicaría también el fin (entendido como consumación y agotamiento) de los criterios estéticos, y por consiguiente ,la imposibilidad de juzgar y evaluar. Si el arte nada impone ni excluye, sino que al contrario, todo expone e incluye, lo que gobierna es el principio indiscriminado del “todo vale” (recordemos que cuando en el lenguaje corriente se quiere expresar la ausencia de criterios que impiden la comprensión de las diferencias, se dice que “todo vale”. Esto significa que tienden a desaparecer la especificidad y la autonomía del arte, atributos que determinaron su existencia desde el Renacimiento en adelante. La ausencia de discriminación ,también puede ser interpretada como el resultado de la imposición que ejerce la irracionalidad de nuestra democracia de mercado donde “todo sirve por igual”. Así, las obras de arte (no sólo visuales) terminarán integrándose a la sociedad del espectáculo y del entretenimiento permanentes, como anticipara Guy Debord en 1967 y reactualizará en 1988”

(…) Hace muchos años que no es posible distinguir la obra de arte de la comunicación visual, la información, la publicidad o la moda. (…)

(…) Los espacios específicamente dedicados al arte, sin dejar de exhibir obras de arte (pensadas como arte) exhiben objetos, imágenes y situaciones que provienen de ámbitos no necesariamente creativos ni artísticos. Esto significa que se estimula y privilegia la mirada hedonista, distraída, conciliadora y ávida de novedades, puesta al día por la globalización y la esteticidad difusa. El resultado evidente es la neutralización de las singularidades e independencias, y en consecuencia, la generalización de la homogenización y la equivalencia. (…)

Pag. 47: (…) En estas condiciones, el arte ya no puede pretender identidad y dignidad cultural con respecto a la influencia o incluso a la hegemonía de otros dominios como el imperialismo mediático, el poder político y sus sistemas de control. Es pertinente que hoy nos preguntemos qué queda de las preguntas por el arte (qué, por qué, cómo, dónde, y cuándo), de qué manera todavía lo podemos pensar y sentir si pensamos y sentimos que las preguntas “no pertenecen al pasado” sino al presente”(…)

Bueno, está todo dicho, no tengo nada para comentar. Pero ya que hablamos de los restos del readymade, no sé si habrán visto el suple que sacó La Nación el sábado 16 de mayo enteramente dedicado a Arte BA, es decir, enteramente dedicado al mercado. En él se elogia muy especialmente al premio Petrobrás, allí se dice, entre otras cosas que este premio es “ el más reconocido y esperado dentro del circuito cultural contemporáneo, (páginas 10 y 11)”. Es verdad, yo no duermo esperando ese premio que viene a ser como el premio Turner del subdesarrollo, en fin, también nos adelantan algunas imágenes de los “proyectos” –ahora todo son proyectos- seleccionados este año, entre los cuáles se encuentra uno de Dolores Zorraquín (1984) titulado “Refugio” que consiste en “la construcción de una ballena de 6 x 150 x 120 m, rodeada de vestigios de otros animales quemados y de cenizas. (…) la ballena será la única forma reconocible y sobreviviente después de un incendio”
Bien, supongo que esta chica está influenciada por la famosa whale movie , “Salven a Willy”, lo cuál es irreprochable, a mí esa película me conmovió hasta las lágrimas, pero más allá de eso, en la foto que reproduce la obra –perdón, el proyecto- no está muy claro si lo que estamos viendo es una ballena o un sorete de perro gigante. Creo que Dolores tendría que visitar “Mundo Marino” . Bueno, habrá que verlo en vivo y en directo, tal vez sólo sea una cuestión de perspectiva. Pero el que más me impactó de todos estos “proyectos” es el de Bruno Dubner y Rodrigo Moreno (1978 y 1972) “Locutores profesionales leen El Capital de Karl Marx.” Durante las 56 horas que durará arte BA´09, tres locutores profesionales se alternarán sucesivamente para leer las 3366 páginas que componen la totalidad de El Capital de Karl Marx.
¡Este proyecto sí que es revolucionario! Estoy seguro de que todos los galeristas y coleccionistas se sentarán durante las 56 horas a escuchar El Capital y experimentarán una verdadera epifanía que transformará sus vidas.
No entiendo muy bien, ¿Esta obra pretende ser irónica? ¿Cínica? Yo creo que no llega a ser ninguna de esas cosas. Es simplemente una idea tonta y banal. Queda claro que en esta época cualquier pavada poco elaborada es considerada “arte conceptual”, cualquier “ideita” berreta alcanza la dignidad del concepto a falta de verdadera reflexión y pensamiento. Me pregunto si estas serán las mejores propuestas que recibe el jurado, si ese jurado finalmente dirá “ Y bueh…es lo que hay”, o si ellos mismos estarán un poco idiotizados por tanta teoría, y también me pregunto ¿Quién elije a los jurados? Quién sabe, lo cierto es que uno se pregunta –y ya son muchas preguntas- si estos jóvenes artistas son “artistas” o simplemente “jóvenes”. Yo, personalmente me quedo con Gilbert y George.

Hasta la próxima.
El Pato.