lunes, 12 de diciembre de 2011

MILO POCKET POR DOS, ALGUNAS DUDAS Y REFLEXIONES SOBRE EL PREMIO KLEMM, Y UNA NUEVA CLASE DE GURÚ.

Hola a todos,

Una amiga me envió recientemente una información acerca de un evento a realizarse en el marco del Gallery Nigth, el martes 6 de diciembre. La información era la siguiente:

Como novedad durante esta noche se podrá asistir al evento"LA CUADRA DEL ARTE - LOS CABALLOS y el ARTE" con obras de Marta Minujín, Edgardo Giménez, Rogelio Polesello, Renata Schussheim, Milo Lockett, Marcial Berro y Josefina Robirosa presentando originales de intervenciones en caballos de tamaño real de polo, en el marco del Gallery Night en Palermo. Los caballos recreados tienen la particularidad de estar relacionados, en cada instalación, con el mundo del vino, del tango, del polo y de la música a través de la mirada del arte. Se podrá visitar esta exposición a lo largo de Humboldt al 1.500, limitada por el Espacio Milo y la prestigiosa galería Braga Menéndez en el otro extremo. Estarán presentes Marta Minujín, Edgardo Giménez, Rogelio Polesello, Renata Schussheim, Milo Lockett, Marcial Berro y Josefina Robirosa en un cordial diálogo con la prensa y con el público, en el marco de un cocktail con el Malbec argentino y degustaciones de Champagne.

Más allá del enorme interés que tiene para el mundo del arte la intervención de caballos de polo de tamaño real, actividad en la cual no podían faltar Marta Minujín y Rogelio Polesello –el artista del jet-set local no puede privarse de intervenir un caballo de polo, viste?- me pregunté por el fenómeno Milo Pocket; porque, más allá de que nos gusten o nos resulten detestables, la mayoría de los artistas nombrados tienen una larga trayectoria; ¿Cómo se justifica la presencia de Milo Pocket, en ése contexto? Quiero decir, cuando un grupo de artistas de larga trayectoria expone junto a un pésimo artista –disculpen, alguien tiene que decirlo, Milo Pocket es un pésimo artista, es más, probablemente ni siquiera sea un artista- ¿Qué es lo que sucede allí? ¿Se devalúa la obra de los otros o se beneficia la obra del pseudo-artista? ¿Será ésa la operación estratégica elegida: exponer con artistas reconocidos para ser reconocido como artista? Parece que funciona… Y cuando estaba en medio de estas reflexiones, ésta mañana, llegó a mis manos por pura casualidad la revista VIVA, el pasquín que viene con el gran diario argentino los domingos y que consta de un 90% de publicidad y un 10 % de notas pedorras y, para mi sorpresa –o no tanto-, la nota de tapa es Milo Pocket y adentro se le dedica una extensa entrevista…con toda la extensión que habilita la publicidad omnipresente. La portada nos anuncia que Milo es “El best seller de la pintura” y en un momento de la entrevista le preguntan ¿cuántas obras hiciste éste año? Y él contesta que “Entre las chiquitas y demás, debemos andar por unas dos mil” ¿Qué tal? Más adelante Milo dice “tengo una imagen pregnante que se estudia en los jardines de infantes y en las universidades”…todavía estoy tratando de entender ésa frase…será que no voy a la universidad y del jardín ya no me acuerdo nada. Dice luego que “el arte de los noventa se derrumbó” y que hoy “se vuelve a la pintura, a sentir”…parece que antes de él no sentíamos…y es verdad, yo al ver sus pinturas siento un montón de cosas; más de una vez he tenido que salir corriendo al baño. Milo nos dice en un resaltado de la nota “Yo pateé varios culitos…Me parece que marqué la diferencia con los modelos de cómo se tenía que hacer la carrera o el lenguaje de un artista” Se la cree de verdad, ¿No? Y en otro resaltado nos informa de algo que no sabíamos: “El mundo del arte es una mezcla insoportable de frivolidad y solemnidad”; claro Milo, tal cual, y vos tenés que estar eternamente agradecido de que sea así, porque si fuera algo serio, vos no figurarías ni en pedo. Ah! Y para terminar, no me vengan a argumentar que hace obra solidaria, eso está muy bien, pero no lo convierte en un artista.

Pasamos al segundo tema del día: algunos amigos curiosos y un poco indignados –para estar a tono con los tiempos que corren- me enviaron mails denunciando plagios en el premio Klemm, así que decidí darme una vuelta por allí para ver, como se dice habitualmente, “con mis propios ojos”, y bien dicen, también, que “ver para creer”. Lo primero que me gustaría que ustedes vieran es el siguiente link en el cual aparece una obra de Maurizio Cattelán que consiste en una serie de retratos del artista tipo identikit realizados según la descripción dada por artistas amigos de Cattelán a un profesional que hace esos retratos para la policía. El resultado es una serie de dibujos que se parecen a Cattelán. Por favor, sigan el link.

http://www.tba21.org/program/exhibitions/14/artwork/80?category=exhibitions

Aquellos que hayan visto el premio Klemm ya se habrán dado cuenta de que esta obra de Cattelán es exactamente igual a la obra exhibida en la Fundación K, del joven artista cordobés Juan Der Hairabedian; repito, exactamente igual, ya que el artista argentino siguió los mismos pasos: gente de su entorno le hizo una descripción de él a un dibujante de identikits…claro, siempre existe la posibilidad de que Cattelán sea un ladrón y le haya robado la idea a nuestro joven y talentoso compatriota…..eeeeh…no, es verdad, yo tampoco lo creería.

Y ahora pasemos a algo peor aún, y les paso algunos links más, el primero corresponde a la obra de Marcela Cabutti que obtuvo el segundo premio adquisición, el siguiente link corresponde a una obra del artista estadounidense Josiah Mc. Elheny y el último a una muestra del citado artista en una galería de Chicago.

http://www.artealdiaonline.com/var/artealdia_com/storage/images/argentina/notas/xv_premio_federico_jorge_klemm_a_las_artes_visuales_2011/cabutti_marcela/522891-1-esl-AR/CABUTTI_MARCELA_full.jpg


https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgiWLAbIc03-JI9UglLwydDvdzNiqfI404K4K9vlDWCBR7lkxyWpADuenGp96l-7ht7yKC5NAKRzU9C2mxK-R7i3jafZ0jEcp0PpTZp1HMFxtm7SWcQsPGbBmbDME4Pfsi_IwTaW5ysf8Ft/s1600/mcelheny-sculpt3-001.jpg


JOSIAH McELHENY- DONALD YOUNG GALLERY
http://www.donaldyoung.com/mcelheny/josiah_mcelheny_index.html


AH! El mundo del arte está lleno de… coincidencias. No estaría mal que el jurado de notables críticos de arte y artistas, asiduos asistentes a bienales y entendidos en arte contemporáneo nos diera algún tipo de explicación de estas “similitudes” tan extremas, sin apelar a algún increíble argumento por el estilo de “son los aires de época”, o bien, parafraseando a Wittgenstein “son aires de familia entre obras realizadas en distintos tiempos y lugares”, porque estos familiares parecen más bien hermanos gemelos…o más bien, -para usar una metáfora genética más contemporánea-, clones.

Pero el premio Klemm alberga algunas otras elecciones incomprensibles, como el video de la señora que se disfraza de Napoleón Bonaparte. Para ser sincero prefiero ver la versión cinematográfica de la caída del gran corso filmada por algún director ruso, aunque dure 3 horas, antes que éste video que más bien parece un capricho y que además no depara ningún tipo de sorpresa, ya que desde el título nos anuncia “Errores, Napoleón Bonaparte”. Para narrar una historia, hay que saber narrarla, y si no, es mejor no narrar nada…otra vez Wittgenstein. Bueno, de todas formas, y por suerte para la artista, el jurado no coincide con mi opinión. Luego tenemos otras maravillas como la foto de un cohete en la cual hay…un cohete, y aunque uno trate y se esfuerce por ver algo más, sólo verá un cohete; pero si tienen ganas de investigar y leer cómo fundamenta la artista en cuestión su obra, pueden entrar en el sitio del premio Itahú donde se nos explica de dónde viene esa serie de fotografías –en la foto del Itahú hay un astronauta- , cuando hayan leído, hagan un esfuerzo por tratar de ver algo de todo lo que la artista dice sobre su trabajo en las imágenes…un gran esfuerzo…o, si tienen algo de confianza en mí, no pierdan el tiempo porque seguirán viendo sólo un cohete y un astronauta. Hay, por supuesto, muchas cosas más para ver en el premio Klemm y, justo es decirlo, algunas son realmente interesantes.

Todos sabemos que hay instalada una discusión acerca del arte contemporáneo y su hermetismo, su forma de excluir al espectador medio –Jean Baudrillard ha escrito algunas páginas magistrales al respecto en “El Complot del Arte”- Muchas instituciones y premios prestigiosos piden a los artistas que presenten un escrito fundamentando sus obras. Yo creo, y me gustaría saber si ustedes están de acuerdo, que ya es hora de que los jurados fundamenten sus decisiones y sus elecciones, porque no hacerlo implica una suerte de impunidad que deja afuera –e indigna- a mucha gente que intenta entender “de qué va el arte contemporáneo”. Los catálogos de estos premios prestigiosos deberían incluir un texto del jurado fundamentando sus decisiones de manera tal que la sospecha de amiguismo quedara mínimamente disipada. ¿No estamos todo el tiempo diciendo que el texto es fundamental? ¿Por qué los jurados suponen entonces que no hay nada que decir sobre las obras que eligen? No se podrá argumentar que “las obras hablan por si mismas” ya que sabemos que ésa no es una teoría muy contemporánea que digamos y sería una afirmación impropia en boca de estos jurados, que están al tanto de todo lo que sucede en el mundo del arte contemporáneo…menos de algún que otro trabajo de Cattelán, que, como todos sabemos, es un artista apenas conocido…

Bueno, y para ir terminando y pasar a un tema que no tiene nada que ver con el arte –a menos que lo tomemos como “el arte de engatusar boludos”- me gustaría hablar elogiosamente del gurú mediático Claudio María Domínguez que ya tiene programa de televisión, programa de radio, libros y fascículos semanales publicados por importante diario. Y es digno de elogio porque se ha convertido en una clase nueva de gurú, basta con verlo u oírlo un ratito para comprobarlo. Creo que podríamos llamarlo “El gurú estúpido”, y no es poca cosa porque si pensamos en Krishnamurti, Osho, Chopra, o Sai Baba, se podría decir muchas cosas de ellos, menos que parecen estúpidos…pero Domínguez tiene esa mirada bovina, ese corte de pelo, ése tono meloso en la voz, ésa sonrisa babeante…que lo hacen sencillamente único. Bravo por él, y por todos sus seguidores. ¿Quién diría que las más profundas verdades espirituales nos serían reveladas por un tipo que parece siempre al borde de la internación? ¿Y quién hubiera dicho que la “Verdad” podía ser tan “Kitsch”’? Debo confesar, sin embargo, que su programa de tv se ha convertido en uno de mis favoritos, junto con los almuerzos de Mirtha, el programa de Susana y “Bailando por un sueño”, y si no recuerdo mal, hace poco un amigo me recomendó el programa de Marley. Tendré que verlo.

Hasta la próxima./ El Pato.

jueves, 22 de septiembre de 2011

¿QUÉ MIERDA ES UNA CLÍNICA DE OBRA?

Para unos cuantos artistas (y público en general) un tanto reaccionarios, ésta debería ser una afirmación y no una pregunta, pero no, es una pregunta; pregunta contemporánea si las hay, teniendo en cuenta la gran proliferación de clínicas de obra. He recibido mails de artistas que uno sabe que siempre han tenido taller de pintura y jamás en su vida hicieron clínica de obra y ahora las hacen, y además adjuntan un programa de trabajo extenso, de cuya atenta lectura se desprende que siguen sin saber de qué están hablando. Esta multitudinaria oferta de clínicas de obra obedece en muchos casos a un aggiornamiento, en otros a una especulación y en otros, los menos, a una propuesta auténtica. Muchos artistas desconfían y consideran que ésta vasta y repentina oferta es una moda, y que la clínica de obra una patraña.
Bueno, para entrar de cabeza en el tema podríamos dejar sentado que llamar a dos cosas diferentes con el mismo nombre implica una enorme confusión en la comunicación. Para separar un poco las aguas de esta confusión, vamos a llamar “análisis de obra sobre criterios formalistas”, o “análisis de obra” a secas, a una parte de estos talleres y “clínicas de obra” a aquellos que, a mi criterio, lo son efectivamente. Alguien podría decirme que la clasificación es arbitraria y que los términos son intercambiables. De acuerdo, pero necesitamos llamar con nombres diferentes a cosas diferentes para poder analizarlas, así que permítanme un poco de arbitrariedad. Yo diría que cada una de estas opciones obedece claramente a paradigmas distintos. Muchos artistas –algunos de larga trayectoria, otros jóvenes- dan talleres de análisis de obra; estos talleres a los que acude gran cantidad de artistas emergentes seducidos por la propuesta o por el nombre del coordinador -que luego figurará en el apartado “formación” de sus currículums-, están basados en un análisis puramente formal de las obras presentadas –obras que por lo general, son pinturas- ; esto significa que lo que puede oírse en esas “clínicas” son cosas como, “ese plano es muy pequeño, no cumple ninguna función en la composición”, o “por qué no probás independizar la línea de la forma”, o bien, “el color está muy saturado, la interrelación no funciona” o ¿Por qué no te fijás en la obra de “tal” o “cual” y ves cómo resuelve el problema”?. Este es un análisis de los elementos puramente formales de la obra, que se corresponde con el paradigma modernista, que es formalista, y que es, a esta altura, un paradigma superado. No digo que estos talleres no sean útiles para estudiantes en la etapa de formación –sobre todo en lo que se refiere a la pintura- , pero la clínica de obra es otra cosa; se sostiene sobre criterios más contemporáneos, que obedecen a lo que podríamos llamar el paradigma “nominalista”. La clínica no sólo es apta para la reflexión sobre la pintura sino sobre cualquier lenguaje de las artes visuales.
Cuando se accede a una clínica se da por sentado –y es el coordinador de las clínicas quien debe seleccionar a los postulantes- que los problemas formales están resueltos para poder pasar a una etapa de reflexión sobre la imagen mucho más rica y productiva, una reflexión, podríamos decir, filosófica. A mi criterio una clínica de obra siempre debe ser también –o debe estar acompañada de- un taller de lectura, de debate y discusión de problemas teóricos y de cuestiones que atañen al arte contemporáneo.
En la clínica deben quedar esclarecidos problemas tales como el de la relación entre la imagen y lo que el artista dice sobre esa imagen, sobre los ejes conceptuales de la obra, sobre la relación entre el soporte elegido y el concepto –digamos por caso que una determinada idea presentada en lenguaje pictórico podría ser mucho más interesante como fotografía, o instalación-. Esto significa que un artista contemporáneo puede navegar entre diferentes lenguajes en tanto y en cuanto esa diversidad enriquezca el concepto, la idea sobre la cual ese artista trabaja. Lo contrario, aferrarse a un lenguaje, a un soporte –la pintura, por decir uno- durante toda la vida, es una idea propia del modernismo. La experimentación con un único lenguaje, -la pintura hablando sobre sí misma, o la escultura explorando los límites y posibilidades de lo escultórico, es decir, el lenguaje enrulándose sobre sí mismo ad infinitum- es lo propio del modernismo, callejón sin salida, idea un tanto lineal y autoritaria que termina disolviéndose alrededor de los años 60 del siglo XX –y digo que termina porque en realidad la disolución comienza en un lejano 1917 con un mingitorio invertido-.
Los talleres de “análisis de obra” que, en general trabajan sobre estos criterios modernistas, han quedado aferrados allí, no pudiendo asimilar –o no comprendiendo aún- el cambio de paradigma. Creen sus coordinadores –supongo- que en el arte hay una verdad esencial y no histórica y contextual, y que ésa verdad pasa exclusivamente por lo formal. Ignoran, - o deciden ignorar-, que ésa “verdad” no siempre fue tal, que como todo concepto tiene un comienzo y un final históricamente determinado. La “forma significante”, la “forma expresiva” son hoy más bien clichés desgastados por casi un siglo de experimentación formal y sólo pueden volver a abordarse desde la ironía o la reformulación crítica. El arte hoy –y tal vez siempre haya sido así-, no es “para el ojo”; el arte es para el pensamiento. El paradigma modernista está disuelto. Tenemos hoy un nuevo paradigma, que es sólo –y hay que tenerlo bien presente- otra construcción provisoria. Sobre esa nueva construcción provisoria trabajan las clínicas de obra.

Hasta la próxima.
El Pato Lucas

jueves, 9 de junio de 2011

SOBRE CALAMARES PODRIDOS, GENTE ENOJADA Y UN EVENTO DE JERARQUÍA EN EL MALBA

Hola a todos. Lo primero, claro, es una disculpa por la larga ausencia, pero más aún por los mensajes enviados o dejados en mi blog por muchos de ustedes y que no respondí.
Me gustaría escribir esta columna con más frecuencia, pero como a todos, el tiempo me alcanza cada vez menos. Digamos que me distraje en otras cosas, no menos importantes algunas cuestiones de trabajo, otras personales. Aquí estoy de vuelta y espero que ustedes tengan aún ganas de leer mis ¿humildes? reflexiones.

Pasé en tres oportunidades por Arte-BA y en una de ellas me crucé con una artista de larga trayectoria que estaba indignada –como los españoles- por el resultado del premio Petrobras, muy especialmente por unos calamares adentro de unos zapatos viejos, y me decía que muchos otros artistas también estaban furiosos y que “había que hacer algo”. Yo, que todavía no había pasado por allí, no sabía de qué me hablaba, pero como siempre he considerado al Petrobras como el premio Turner del subdesarrollo, me dirigí sin dudarlo hacia el rincón de la feria donde se encontraba la selección y los premios, relamiéndome ante lo que, sospechaba, era una gran oportunidad de despacharme a gusto. Ya a unos cuantos metros se percibía un fuerte olor a podrido y al llegar al rincón me encontré con una bolsa plástica blanca en cuyo interior parecía haber algo de ropa y dos zapatos viejos con calamares en estado de putrefacción adentro. La obra se titulaba “Autorretrato sobre mi muerte” del artista rosarino Carlos Herrera. Pensé en ese momento que debo estar un poco reblandecido o bien que tanto arte contemporáneo me estaba produciendo alguna clase de estado lobotómico sin retorno, porque la obra me gustó mucho. Imagino que muchos indignados se enojarán conmigo, pero debo ser honesto. Luego leí dos notas de Diego Manso (Ñ – 28/5/2011) y Eduardo Iglesias Brickles (Ñ- 4/ 6/2011) ambas referidas a la obra de Herrera. La de Manso termina con la siguiente frase “Nadie sabe muy bien de qué se trata el arte contemporáneo, sí que puede ser ‘cualquier basura’”, y la de Brickles de esta forma: “En definitiva: todo se reduce a una operación en la que se ponen de acuerdo el artista con ciertos curadores y críticos de arte, para insultar a la inteligencia”. No puedo declararme en total desacuerdo con estas afirmaciones ya que considero que son aplicables a gran cantidad de obras contemporáneas, especialmente aquellas que están teñidas de una banalidad insalvable, o que no pasan de ser meros caprichos adolescentes…como por ejemplo la “obra”, -que ninguno de los columnistas comentó- de Belén Romero Gunset, también parte del Premio Petrobrás, especie de performance quinceañera en la cual la “artista” se dedicó a romper todo tipo de objetos y artefactos de desecho durante los siete días que duró la feria…un estúpido berrinche adolescente. Pero a mi juicio, no es ese el caso de la obra de Herrera. ¿Habría resultado tan molesto si no le hubieran otorgado el premio de 50.000 pesos? Yo creo que la obra tiene varias capas de significación, para empezar no me parece poca cosa que un fuerte olor a podrido flote sobre una feria de arte –sobre el mercado del arte-, tampoco es poca cosa que gane el premio una obra que habla tan directamente de la muerte, de la extinción a la que todos estamos condenados –no es muy usual el tema entre los artistas argentinos –recuerdo a Bony-; la muerte no vende, no queda bien en el living. Sabemos que si hay algo que la burguesía niega sistemáticamente, históricamente, es la muerte. Quien haya perdido a alguno de sus seres queridos, quien haya recibido la dura noticia en algún sanatorio, probablemente haya pasado por la experiencia de recibir una bolsita con las pertenencias del difunto. Tal cual la bolsa en cuyo interior se encontrabas los zapatos de Herrera. Me gustó la obra; un mínimo de recursos, un máximo de efecto, incluida la indignación de muchos artistas y espectadores que no quieren ver esas cosas en una feria de arte, que no van a ver –y menos a oler – esas cosas a una feria de arte, porque eso, claramente, no es arte. Por suerte para todos ellos había mucha pintura en la feria, algunas de factura impecable, de esas que quedan muy bien con el tapizado del sillón. Eso sí que es Arte.

Para terminar, los invito a un evento artístico de verdadera relevancia que tendrá lugar en el MALBA el próximo martes, 14 de junio: la presentación del libro de fotografías de Victoria Vanucci. ¡Al fin veremos buenos culos en el MALBA! Ya era hora, si están en todos lados, por qué no pueden estar e el museo de Constantini. Eso es arte, y de buen gusto, no como esos calamares podridos. Sigamos profundizando la Tinellización de la cultura, eso es coherencia histórica.

Yo por mi parte estaré allí, para beber una copa del mejor champagne, llevarme mi ejemplar autografiado, y si puedo, tocarle el culo a la Vanucci, total, el MALBA ya no es lo que era…¿o sí?

Hasta la próxima.
El Pato.